Caracas a ras del suelo
He oído demasiadas veces la frase: «Caracas no esta hecha para caminar». Cada vez que la oigo, solo sonrío por el calibre de la excusa. Aunque no lo parezca, Caracas es una ciudad llena de conexiones increíbles para recorrerla a pie. Algunas las he encontrado de manera fortuita porque son resultado del uso y costumbre, otras son rutas perfectamente delineadas por arquitectos y urbanistas que han visualizado tiempos mejores para la compleja capital.
¿Alguna vez se han detenido a observar la marea de gente que cruza a pie el puente de El Rosal hacia Las Mercedes? Es uno de esos pasos peatonales que se impuso por uso y costumbre. Los carros perdieron un canal que se merecía el peatón y las empresas privadas que funcionan en la zona ampliaron las aceras que conducen hacia ese espacio. Un pequeño triunfo peatonal.
¿Y han observado el continuo movimiento de peatones que conecta desde el Terminal de La Bandera hacia Los Próceres? Aunque es una vía rápida vehicular, por esa ruta cruzan mas personas a pie que en carro. Son apenas dos ejemplos de que Caracas aunque no los tenga, se inventa los caminos para que podamos llegar a pie a donde sea.
Pero Caracas también nos ofrece corredores peatonales que sólo necesitan de más pies que los recorran, apropiarse de ellos para hacerlos viables. Conectar desde Plaza Venezuela a través del bulevar de Quebrada Honda y encontrarse con espacios maravillosos como la Mezquita, la Casa de Artista, el Centro de Acción Social por la Música, la Sinagoga, y llegar al corazón de Bellas Artes debería ser más que un paseo ocasional, podría ser una alternativa de movilidad cotidiana.
Las plazas recuperadas en el Casco Histórico de la ciudad han demostrado que moverse a pie permite una mayor capacidad de movilidad, un mejor mantenimiento de los espacios públicos, la promoción de mas actividades colectivas y con ello la posibilidad latente de ser mejores ciudadanos.
Se que no es fácil desprenderse de un hábito tan arraigado como el uso del carro pero puedo decir con propiedad que pertenezco a una raza extraña de caraqueños: los que abandonaron el carro como opción de movilidad.
Hoy puedo decir que tengo 4 años sin carro porque no lo necesito.
Esa es una de las razones que me hacen reconocer a kilómetros la excusa aquella de que en Caracas no se puede caminar. Lo hago todos los días, con las dificultades que implica las aceras invadidas de buhoneros, los tramos interrumpidos por los carros y motos que se adueñan de la acera porque que no hay estacionamiento para tanta rueda y unas condiciones de infraestructura que no ayudan.
Pero insisto e insisto porque la única manera de hacer respetar y lograr vivir en una ciudad mas amable y mas humana es sentirse parte de ella. La calle será de quien la ande.
Por: Gabriela Rojas