El peatón en la batalla por la acera
No vaya a creer el lector que circular como peatón por las aceras de Caracas es una actividad segura, mucho menos tranquila. Caminar por nuestras aceras significa entromparse a una serie de amenazas y hasta situaciones reales de peligro durante todo el trayecto si es arteria principal de área congestionada.
No hablo del cruce de calles y avenidas, que ese es tema para otra entrega, me refiero al tránsito sobre la misma acera, ese espacio de la calle que por ley está destinado al uso exclusivo del viandante, el peatón, el caminante, la gente que va a pie pues; ese lugar en el que las únicas ruedas que están permitidas son –deberían ser- las de las sillas de ruedas y los carritos de bebés.
El usuario de las aceras caraqueñas se ve expuesto a peligros casi tan grandes como si decidiera caminar por la mitad de la calle y quizás hasta peores. Si es acera de una avenida importante con cercanía de estación del Metro y en hora pico el peligro es el máximo, usted se enfrentará a cardúmenes de personas que, a cuenta de que son muchos, ocupan todo el espacio y cuyo razonamiento único pareciera ser: “quítate que voy pa’llá”.
–¿Y yo?- Se pregunta una, –Yo también voy pero para ese otro pa’llá, o sea, pal’mío. ¿Por dónde se supone que camine? ¿Me debo detener y quedarme estripada contra la vitrina de la tienda para que ellos pasen? ¿Hasta qué hora? ¿Por qué? ¿Por qué el peatón venezolano no puede circular por la derecha como lo indica el más básico sentido común del tránsito terrestre del mundo mundial? ¿Porque significaría ir más despacio y no se la cala?
Cuando estuve en Barcelona, España, me sorprendió mucho que los catalanes (no todos) gritan –¡Por la derecha! ¡Por la derecha!– mientras siguen su rumbo sin importar a quién se llevaban por delante por estar en su canal de la acera. Allá, los pocos desviados (turistas todos) se apartan de inmediato y hasta se disculpan. Yo lo intenté aquí y de cinco personas cinco me dijeron “¡Vieja amargada quítate tú no jo∂§µ#!” mientras seguían rumbo pallá.
Una variación peligrosísima de esta situación es el que camina por el canal contrario chateando por el celular porque con ese no puedes ni siquiera hacer contacto visual para advertirle que vas con todo y no cederás ni un centímetro de tu espacio. Pululan los que vienen en grupo de tres, cinco, seis en línea conversando, riendo ¡toda una estampa de la amistad y la alegría! dueños también de ese canal por el que se supone debe circular la gente que va en sentido contrario y quiere llegar algún día.
Y sí, resulta que muchas veces el peatón es el peor enemigo -no sólo de su colega el otro peatón- sino del orden y el buen juicio.
En próxima entrega me extenderé en el tema porque todavía faltan las motos, los carros, los vendedores ambulantes, los patineteros, los postes de luz, en fin.
Por: @AnaBlackLl