Reflexiones en la parada
Mientras espero el carrito -en lo que se ha convertido en una eterna zona de contingencia vehicular- comienzo a hacer uno de los tantos cálculos diarios que debe realizar cualquier caraqueño, es decir: aquellas tres muchachas que están conversando casi en la esquina parecen estar esperando el autobús, aunque se las ve muy distraídas en su alegre cháchara, tienen la actitud inconfundible de quien se mueve en transporte público, ese desvío de mirada por apenas nano segundos para controlar la avenida junto a un nerviosismo apenas perceptible. El hombre de la maleta, a escasos metros de las chicas, espera lo mismo, aferrado a su carga, no se ha movido ni desviado su atención de la dirección por donde vienen los carros. Y la mujer que está ahí, apenas a quince pasos de donde yo estoy también espera la aparición de algo que la transporte a ella y a sus dos hijitos.
Si me quedo aquí, en la parada –sigo cavilando- el chofer se va a detener primero a recoger a las muchachas, recorrerá los pocos metros para detenerse frente al hombre de la maleta, se volverá a parar junto a la madre y sus críos y finalmente, cuando tenga que pararse aquí donde estoy yo, es decir, en la parada oficial, lo va a hacer de muy mal humor porque, según veo, esa cuarta parada en menos de una cuadra hará que pierda lo poquito de luz verde que le va quedando al semáforo inteligente y eso para un conductor de autobús es casi tan malo como perder la dignidad. También puede ocurrir que cualquiera de ellos, o todos, estén esperando otra ruta, eso sería ideal, me dejaría beneficiaria del buen talante de un conductor que sólo tiene que hacer una parada, la legal.
Entre los veinte letreros que agobian el parabrisas de un bus que aparece en la distancia llego a leer “Av. Urdaneta”, mi destino final. Se detiene a recoger a las muchachas, vuelve a detenerse frente al de la maleta, como en la parada hay un autobús que le fastidia la circulación, decide cambiar de canal y llegar, en una admirable maniobra hecha casi en ángulo recto, al canal extremo izquierdo, es decir, el opuesto a por donde debería circular y, aunque estoy en la parada, aunque comencé a aletear para advertirle de mi presencia con muchos metros de anticipación, a pesar de su manifiesta buena intención, no le da el espacio para deshacer la faena. Eso es nada para un amable autobusero criollo, frenó en seco y desde allá, a tres canales de distancia nos hizo señas a la señora de los chamos y a mi invitándonos a llegar hasta él. Ella se lanzó, sorteó carros con los niños como amenazante escudo y de un salto largo se subió al autobús. Ante mi estupor todavía el hombre tuvo la gentileza de insistir a todo grito:
-¡Dale mami, dale rapidito pero mosca con las motos!
-¡Pero la parada es aquí!- le respondí gesticulando también entre cándida y desubicada intentando dar una lección que no me correspondía dar ni a él le interesaba recibir.
La última palabra la tuvo él y me llegó en forma de gesto despectivo. No estoy segura pero creo que me mandó bien largo para el fin del mundo.
También creo que nunca entendió la ristra de infracciones y el rosario de veces que puso en peligro vidas y seguridades ajenas en su distorsionado afán –siendo conductor de autobús- por ir lo más rápido posible.
Por: @AnaBlackLl
si todos somos mejores ciudadanos y esperamos el autobus en la «parada » alli nos debe pasar buscando, pero si estamos regados porque llegamos tarde , puede causar numerosos accidentes.
Es así. Gracias por leernos.
Excelente Reflexion…. ese es el día a día de caraqueños, maracuchos y de tantos otros ciudadanos si las leyes se cumplieran se evitarian un sin numero de accidentes
Gracias, Laura, estamos de acuerdo contigo, pero también es importante recordar la responsabilidad individual que tenemos todos en el cumplimiento de la legislación y en el mantenimiento del orden en la vía. Gracias por leer y comentarnos, te invitamos a compartir esta información. Saludos.-